La fórmula de la economía circular
- administrativo
- 17 nov 2021
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El principio de la economía circular es sencillo: si algo es valioso, ese valor debe preservarse el máximo tiempo posible para evitar que el sistema de usar y tirar nos empobrezca a todos. Este principio supone, entre otras cuestiones, redescubrir y valorizar de nuevo el potencial de un producto usado que, en otro sistema, se desecharía a las primeras de cambio. Ahí es precisamente donde entran en juego todas esas palabras que empiezan por erre y que cada vez integramos más tanto en nuestros actos de consumo como en la producción de nuevos bienes.
Realizar este cambio de un modelo de consumo y descarte a otro circular no es una tarea sencilla. Requiere importantes esfuerzos en innovación e inversión que permitan a un producto seguir ofreciendo valor incluso cuando su primer ciclo de vida haya finalizado. Para que esos esfuerzos no sean en vano, es muy importante establecer unos cimientos sobre los que puedan prosperar. Es decir, necesitamos descifrar la fórmula que hay detrás de la economía circular.
Rechazar: esta erre consiste, básicamente, en renunciar a ciertos productos o partes de ellos que no sean ya necesarios, o bien redefinirlos de tal manera que ya no haya que producirlos. Un ejemplo sencillo es la factura electrónica, que hace innecesario utilizar papel para su consulta o archivo.
Repensar: esta estrategia potencia que las empresas transfieran servicios a los consumidores en lugar de la propiedad sobre un producto. Se trata de una actitud fundamental en la economía colaborativa.
Reducir: en este caso, se trata de disminuir en lo posible el consumo de recursos tanto en la fabricación como en el uso de un producto. Esto es algo que solo se logra a través de la eficiencia, que debe estar presente desde el momento del diseño y hasta su utilización.
Reutilizar: si un producto se encuentra en buenas condiciones y cumple su función original, debe seguir utilizándose.
Reparar: arreglar un producto defectuoso para seguir dándole su uso original es otra de las grandes claves de la economía circular.
Restaurar: la diferencia entre esta estrategia y la anterior consiste en que la reparación se destina a productos que están dentro de su primer ciclo de vida. Por su parte, la restauración consiste en poner al día un producto que ya ha cruzado ese umbral.
Refabricar: se trata de recoger un producto, analizar su estado, desmontarlo, reacondicionar y reemplazar componentes, volver a ensamblarlo, comprobar su nivel de calidad y revenderlo con una etiqueta de cercano a nuevo.
Redefinir: esta es una de las estrategias que dan una nueva vida a los productos cuando están desgastados o cumplen una función que ya ha quedado obsoleta. Existe un ejemplo muy claro e intuitivo de redefinición, que se dio al principio de la pandemia de la COVID-19: el ingenio que llevó a muchos ciudadanos a utilizar ropa vieja o trapos de cocina como mascarillas ante la escasez de estos productos durante la primera oleada.
Reciclar: básicamente, consiste en recuperar material de residuos que pueda procesarse de nuevo en la fabricación de nuevos productos, materiales o sustancias. Aunque esta es una de las erres más conocidas, no es tan sostenible ni rentable como las anteriores, tal y como subraya el informe, así que debe considerarse, en términos generales, como la última opción.
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